miércoles, abril 20, 2011

Sintiendo...

Amo mis clases de Redacción Periodística. Aquí va otro de los cuentos que me han hecho escribir:


Sientiendo...

Su intención era que los deslizamientos fueran suaves. Sin embargo, cada trazo era como hacer un surco en la tierra.   A medida que avanzaba con las líneas, las cosquillas aumentaban y la risa que le causaban estaba a punto de alcanzar lo audible.

Cuando los trazos terminaron, la humedad reinó por completo. Cada color tenía un espesor distinto: el azul era grueso, frío y su sabor era el mismo, que amaba, cuando tomaba helado de mora. El verde, era áspero y tenía el mismo olor que el pasto recién cortado. El café  se sentía grueso y duro; era un color muy serio y, cada vez que hacían contacto, estaba tenso.
Cuando acabó con la ropa, los tonos pasteles tomaron el mando. El rosa, y todos los otros, eran cálidos y muy suaves. Se sentía como una flor, que es tiernamente acariciada con los dedos resbalosos de los niños.

Dejó de pensar en los colores y levantó su vista. Su sorpresa fue grande al encontrarse con un agradable olor a menta. Olor a menta que emanaba de la boca de quien tenía al frente cada vez que sonreía.

Vio la forma en que levantó la mano y sintió de inmediato un cosquilleo en el estomago. El roce de su piel fue tan agradable que sintió que ahí, y sólo ahí, era donde pertenecía. Cuando la caricia la tocó, logró sentir la suavidad de aquellas manos lisas. Suavidad que, sin duda, iba acompañada de todo el cariño que le demostraba cuando esos ojos tan profundos se posaban en sus  líneas y colores.

Luego de aquellos segundos en que disfrutó de la calidez y del olor a menta que la impregnó por completo, sintió unas fuertes manos que la tomaron, casi como una prisionera, y la llevaron a otro sitio.

Logró sentir aire en su rostro. Aire que desvaneció el olor que en algún momento emanó de aquella sonrisa… El viento pasó de agradable a fresco, y de fresco a tan fuerte que llegó a sentir cómo se elevó una que otra gota de sus colores. 

Sin mayor aviso, la volvieron a poner en su lugar original. No supo de donde, pero un olor a clementina inundó su ser. Rodó los ojos buscando una explicación, pero su vista era tapada por atriles y bastidores vacíos.

No supo cuánto tiempo se quedó así. Sólo que después de un rato, del olor tan molesto que había sentido antes, no había rastro.

Una puerta se abrió y su ilusión se renovó. Sintió unos pasos dirigirse hacia el lugar en donde se encontraba y ahí, finalmente, el olor a menta la inundó por completo. Las firmes manos la volvieron a tomar, pero esta vez, la sacudieron un poco. Luego, un soplido recorrió cada uno de los centímetros de su existencia. Y por unos segundos, le pareció ahogarse en menta.
La llevaron por un pasillo largo. La clementina era, sin duda, la dueña del lugar, ya que cada espacio por el que pasaban, estaba impregnado de ella.

Se olvidó  de ese olor que odiaba cuando la luz se volvió tan fuerte que tuvo que cerrar sus ojos. El calor se apoderó de su ser y así se quedó un buen rato. Cuando al fin pudo separar sus parpados, estaba en un lugar repleto de sus semejantes. Cada uno de ellos detrás estaba cubierto por un vidrio.

A ella también la pusieron detrás de uno. Y luego de haber estado expuesta a tanto calor, su temperatura se estabilizó. Ahora estaba detrás de un gran vidrio en donde la única sensación que tenía era la de frío.

Miró con tristeza cómo el dueño de la sonrisa que tanto le gustaba, se alejaba de ella, sin más despedida que un ‘’éxito’’ en murmuro. ‘’Está lista para la venta’’, escuchó decir a lo lejos. Comprendió la situación  de inmediato.  Apenada porque nunca más vería esa sonrisa perfumada, ni sentiría esa cálida caricia, agachó su cabeza y sintió una helada gota de color rosa deslizarse por sus demás colores. Sollozó.

miércoles, abril 06, 2011

Waiting to Die

Hoola!!! :) hace mucho no escribo, y bueno... en mi clase de redacción periodística, nos dieron por tarea hacer un cuento, y vaya! ni que me lo digan! jajajaja era en base a una noticia, así que debo advertirles que algo tiene de real esta historia. Me dicen si les gusta. Un besote :)



Los gladiolos rojos parecían sonreír en dirección a la fotografía de su hija.  Notó que el viento comenzó a soplar cuando sus largos cabellos ondearon al ritmo de éste. Volteó su rostro para que la brisa la pudiera acariciar. Le gustaba creer que era alguna manifestación invisible del cariño de su pequeña.

En el otro extremo de la tumba, sentado, estaba su marido. Una lágrima rompió la pasividad de su rostro, pero la secó rápidamente. No quería que Matilda lo viera llorando… otra vez.
Después de un largo rato de silencio, ella decidió levantarse. Le dijo a Rafael que él debía despedirse primero; ella volvería en unos minutos.

Comenzó a caminar y fue inevitable recordar el día en que Valentina murió: todo el dolor que sintió, cada lágrima que desgarraba sus mejillas, la sensación de vacío en su corazón, el sin sentido en que se tornó su vida y la de Rafael…

Metros más allá estaba la tumba de su madre, por lo tanto, decidió pasar a verla. Cada paso que daba era un recordatorio permanente de toda la muerte que rodeaba su vida. A veces pensaba que era inútil seguir viviendo de esa manera. Que era tonto seguir de pie mientras la nada reinaba su existencia.

Mientras Matilda llenaba su mente de pensamientos de angustia y oscuridad, Rafael se despedía de su hija. Prometía que pronto estarían juntos, y que ya no se extrañarían más.
Marido y mujer, estaban llenos de dolor. Ansiaban la muerte de una forma casi espeluznante. Sin demostrar al otro lo que sentían, sus corazones estaban unánimes en la petición de reencuentro con Valentina. Por más que les doliera, recíprocamente eran el pilar del otro. Por el amor que se tenían, no querían mostrar flaqueza. De esa forma, sobrellevaban sus días sin caer en la autodestrucción.

Matilda regresó al lugar donde yacía su hija. Desde unos metros vio a su marido llorar amargamente. Hace tiempo no lo veía así. El hecho de que faltaran días para el cumpleaños de su hija, quizás, lo tenía más sensible. Dejó que su llanto cesara y cuando estaba cerca, tosió para hacerse notar.  Rafael se levantó y con un ‘’ Te espero en la entrada’’, se alejó.
La mujer solo contempló la fotografía. Cerró sus ojos y mágicamente el viento hiso su arribo nuevamente. Sonrió. Otra vez, confirmaba que ella estaba cerca. Tomó la fotografía y depositó en ella un cálido beso. ``Te amo``, murmuró y, sin más, se marchó.
Llegó y sentó junto a su marido. Le regaló una melancólica sonrisa y emprendieron su camino de regreso a casa.

El sol se estaba poniendo, y el ocaso imperaba. El cambio de los colores en el cielo era algo que siempre los hacía sonreír. Caminaron dejando que el silencio tomara el control. Se acercaron a la parada de buses y, finalmente, llegó el que necesitaban.
Saludaron amablemente al conductor. Debía ser nuevo, ya que ubicaban a todos los choferes, y a ese no lo habían visto. `` Buenas tardes``, respondió él.

A Matilda le gustaba estar en el primer asiento, por lo tanto, cada vez que hacían ese recorrido, era el lugar en donde descansaban.

El sol ya se había puesto, y la oscuridad era la dueña de la noche. Matilda tuvo un mal presentimiento, pero se calmó al darse cuanta de que el chofer manejaba con cautela.
Le tomó la mano a su esposo y comenzaron a conversar y programar su semana. Matilda desvió su cabeza para mirar por la ventana, y pudo divisar un bus de transporte público. Le causó curiosidad e inquietud porque venía haciendo movimientos inadecuados. Miró a su esposo, pero ya era muy tarde: el otro bus estaba encima de ellos, y sólo atinó a cerrar sus ojos y apretar más fuerte la mano de su esposo.

La colisión fue dantesca. Cuando Matilde abrió sus ojos, lo único que pudo ver fue a Rafael tendido a su lado. Supo de inmediato que nada se podía hacer. Aisló los gritos de la demás gente y sólo pensó en su hija. Fue ahí cuando sintió que la estaban sacando para cargarla hasta la ambulancia.

Llegó al hospital y ya no quiso luchar más. Su esposo, la única razón por la que seguía con vida, ya no estaba. Y sinceramente, ella sólo quería desaparecer. Pensó en su familia reunida nuevamente y cerró sus ojos. Sonrió, pero ahora con alegría. Suspiró, y al fin, su corazón dejó de latir.